Durante muchos años, mis amigos y yo nos reuníamos en el Insulaner Pub todos los sábados por la tarde. Hemos visto gestos violentos, ya veces hemos discutido como reformadores proverbiales. Se trataba de todo tipo de cosas, desde chismes privados hasta libros y películas y política pequeña o grande.
La pandemia nos obligó a convertir los encuentros rituales en realidad virtual: organizamos una reunión de sábado en videoconferencia. Pero pronto descubrimos que no es lo mismo. Algunos saltaron, otros perdieron el buen humor. A menudo, alguien se quejaba de que nunca tuvo la oportunidad de hablar porque alguien más estaba hablando todo el tiempo. Apenas logramos salvar nuestro contacto durante las fases de confinamiento y esperábamos un verdadero reencuentro.
¿Es esta deficiencia el resultado de la fuerza del hábito, o la comunicación predeterminada realmente sufre de alguna deficiencia? La cuestión no es solo de encuentros privados, pues con el fin de la pandemia, gran parte del mundo laboral se trasladará definitivamente al home office.
Con algo de esfuerzo, la investigadora de marketing Melanie S. Brooks de la Universidad de Columbia en Nueva York y su colega Jonathan Leff de la Universidad de Stanford Examina si la creatividad sufre cuando las personas intercambian ideas en las pantallas. Se pueden distinguir dos componentes de la creatividad: por un lado, la generación de ideas sorprendentes, por otro lado, su evaluación crítica. Un proceso de lluvia de ideas exitoso implica generar tantas sugerencias como sea posible, de las cuales solo quedan las mejores al final.
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